
El pontífice pidió que las personas pasen "de la cerrazón a la comunión, de la desolación a la consolación, del miedo a la confianza", durante este rito de Semana Santa que se celebró en una Basílica de San Pedro repleta de fieles.
La ceremonia comenzó a las 20.30 hora local (18.30 GMT) con la basílica totalmente en penumbra y en silencio, para conmemorar el dolor de la muerte del Señor.
El rito dio inicio con la bendición del fuego y después el papa incidió con un punzón sobre el cirio pascual, símbolo de Cristo, "Luz del Mundo".
Grabó una cruz y también la primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega-, junto con las cifras del año en curso.
Lo hizo mientras pronunciaba a la vez en latín: "Christus heri et hodie, Principium et Finis, Alpha et Omega, ipsius sunt tempora et saecula. Ipsi gloria et imperium per universa aeternitatis saecula" (Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. A Él pertenece el tiempo y los siglos, a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos).
Después Jorge Bergoglio recorrió en procesión la basílica en total oscuridad, en representación de la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo, mientras los fieles iban encendiendo poco a poco las velas que habían llevado a la ceremonia, con la llama procedente del cirio pascual.
El papa llegó momentos después al altar mayor, la basílica se iluminó y un diácono comenzó entonces el canto del "Exultet", el himno pascual, un recorrido sintético de la historia de la salvación.
El papa dedicó su homilía a hablar de las que llamó cuatro grandes piedras de la vida de los seres humanos, "contra las que se estrellan las esperanzas y las expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad".
"A menudo la esperanza se ve obstaculizada por la piedra de la desconfianza. Cuando se afianza la idea de que todo va mal y de que, en el peor de los casos, no termina nunca, llegamos a creer con resignación que la muerte es más fuerte que la vida y nos convertimos en personas cínicas y burlonas, portadoras de un nocivo desaliento", sostuvo.
"Piedra sobre piedra, construimos dentro de nosotros un monumento a la insatisfacción, el sepulcro de la esperanza. Quejándonos de la vida, hacemos que la vida acabe siendo esclava de las quejas y espiritualmente enferma. Se va abriendo paso así una especie de psicología del sepulcro: todo termina allí, sin esperanza de salir con vida", añadió.
Foto: EFE.




Titulares por email